sábado, 18 de junio de 2011

Rescatado del anaquel: "El bulo de los caramelos envenenados", de Regina García


Muchos de los lectores habituales de esta página conocerán más que de sobra la colección "Temas Españoles" donde, en forma de cuadernillo grapado, aparecen textos diversos, tanto en su contenido como en la calidad del mismo.

Uno de los más celebrados de esa serie es El bulo de los caramelos envenenados, que narra el como y cuando de esa técnica de intoxicación (valga el juego de palabras) marxista.

Pero algo que a buen seguro a casi todos les habrá pasado desapercibido es el nombre de su autor, autora en este caso: Regina García.

La autora fue una socialista recalcitrante, miliciana de pistola al cinto y mala baba, que un buen día, o vio la luz, o empezó a darse cuenta de que su brazo derecho se levantaba mientras Celia Gámez, del brazo de Millan Astray, entraba en Madrid cantando aquello de "Ya hemos pasao".

Ah... y además, fue tía de nuestro querido Fernando Vizcaíno Casas.

1 comentario:

Historia en Libertad dijo...

Vio la luz. Fue una verdadera conversión. Ella misma lo cuenta: "Tuve la desdicha de ser atea. Envenenada con las falsas
doctrinas del racionalismo y del materialismo. Estaba tan poseída por el error que, por
amor a la justicia social, me hice miembro del partido socialista...
El 4 de mayo de 1936 se propagó entre las clases pobres de Madrid la monstruosa calumnia de que las Damas catequistas, las monjas y los miembros de la
Acción católica, habían repartido caramelos envenenados entre los niños de las
barriadas obreras para terminar de una vez con la “raza marxista”. La reacción de las
incultas masas populares no se dejó esperar. Acaudilladas por los agitadores
encargados de excitar al pueblo, cargaron contra los conventos.
Muchos fueron asesinados bárbaramente... Más de cien personas perecieron
entonces en Madrid, sin que las autoridades intervinieran para evitarlo. También mi
madre se encontró entre las víctimas... Pero mi madre no murió. No había perdido ni
un solo minuto el conocimiento durante las cuatro horas que duró su martirio. Como
me comunicó posteriormente, ofreció a Dios todos sus indescriptibles sufrimientos por
mi conversión.
Yo poseía todo lo que puede hacer feliz a una persona en este mundo... Y,
entonces, Dios me lo quitó todo, para que el dolor y el sufrimiento me volviesen a Él.
Por lo pronto, vi fallar la doctrina que había considerado como el objeto de mi vida.
Los hombres, que habían sido educados en las concepciones materialistas se
transformaron en fieras tan pronto como se vieron con las armas en la mano... Mi
marido cayó en las redes de una mujer depravada... Perdí mi casa y mis bienes. Lo
perdí todo. Durante una temporada, apenas tuve pan para mis hijos, de los cuales el
más joven había venido al mundo en plena guerra, durante el invierno de 1936... Llegó,
entonces, una noche que jamás olvidaré. Fue todavía durante la guerra civil. Mi niña
de seis años, mi dulce favorita, estaba enferma desde algunos días atrás. Por falta de
medicamentos, empeoraba de día en día y en aquella noche temí lo peor. Quedé
anonadada de miedo y de pena. Y, en esa hora terrible, me tocó la gracia. Comprendí
que Dios me castigaba en la carne de mi hija predilecta y cayendo de rodillas y
anegada en lágrimas, imploré: “¡Castígame a mí, Señor! Confieso que he pecado
contra Ti, tanto que te negué. Pero no me castigues en mi hija inocente. Estoy dispuesta
a cualquier expiación”. A la mañana siguiente, la niña había mejorado
perceptiblemente y pronto quedó restablecida por completo. Fue salvada por la
misericordia de Dios y hoy es una muchacha sana y vigorosa 22."
http://es.catholic.net/sectasapologeticayconversos/592/1515/articulo.php?id=41047