sábado, 27 de abril de 2013

Compra recomendada: "España defendida", de Carlos Martínez-Cava

¡Qué decir de un libro que no solo nos gusta, sino que está escrito por un amigo!.

Tan solo se nos ocurre una forma de no caer en excesos, y es reproduciendo, con permiso del autor de las líneas, la presentación que se hizo al libro y al autor en Valencia.

Compren, regalen, lean, disfruten y conserven como una joya éste libro.

Disponible aquí.

o O o



Hola a todos, gracias por vuestra presencia. Gracias por abandonar por unos minutos vuestras tareas, vuestra familia o vuestro ocio para compartir unos minutos con nosotros, en ésta pequeña reunión de rebeldes. De personas que decidimos romper ésta espiral del silencio que nos abduce y gritar basta.

De personas que, desde posiciones distintas e incluso pensamientos dispares, buscamos una misma meta. Por distintos caminos y con historias paralelas o no tanto, pero con suficientes cosas en común como para poder navegar en el mismo mar sin cañonearnos. Con respeto por nuestra historia y la sangre vertida durante la misma por ese mismo solar del que quedamos fuera, como decía el gran poeta Ángel María Pascual. Y ya que menciono a los caídos, no puedo sino acordarme de Juan Ignacio González , vilmente asesinado el 12 de diciembre de 1980, sin que el sistema hiciera nada por hacer justicia. Justicia que pedimos desde la Asociación Cultural In Memoriam Juan Ignacio y que, como humilde miembro, me atrevo a traer a colación

(Exclamación en la sala: ¡PRESENTE!)

Pero entremos en materia. Mi tarea aquí es muy grata, pues se trata de presentar a un rebelde, a un abanderado y a un intelectual. A Carlos Martínez-Cava.

A un rebelde, pero sin sudadera del Che. A un rebelde como los que señalaba Chesterton cuando decía que “A cada época la salva un pequeño puñado de hombres que tienen el coraje de ser inactuales”.

A un abanderado, de esa bandera que sigue alzada, que no se cansa de repetir, como César a Casio que lo que importa es Roma.

Y a un intelectual. Palabra hoy desprestigiada, pues suele definir a gente que nunca ha leído un libro que no estuviese en la lista de éxitos del País y que no haya recibido las bendiciones de al menos tres críticos sesudos en televisiones privadas.

Carlos es alguien que se ha mantenido en pie, a pesar de los ataques de los unos y los otros, a veces desde sus propias filas, que denuncia la  viga en el ojo ajeno, a pesar de que sabe que enseguida le gritarán que se calle porque en el suyo tiene una paja.

Pero es más. Carlos es, si me lo permite, un animal político. Suena a insulto ¿verdad?. Pero no. No estoy pensando, como Jardiel, que “El que no se atreve a ser inteligente, se hace político”. Carlos y yo sabemos que los votantes lamentablemente siempre preferirán antes a los ladrones que a los poetas. Hablo de una lucha contra éste sistema que nos oprime,  algo que parece imposible. Y que ese gigante tenga pies de barro no significa que seamos fuertes: hay que vencer al gigante desde posiciones de debilidad. Recordemos que para hacer frente a Goliath, no se encontró otro Goliath, sino a un David. Esto es: decisión, fe y buena técnica. La importancia de la actitud frente a las circunstancias.

Un David capaz de repetir las palabras de Donoso Cortés mirándoles a los ojos: “Vosotros pertenecéis a la familia de Marat: en vuestro cuerpo de fango vive vuestra alma de lodo.” 

Es cierto que no estamos en la mejor de las posiciones. Cuando yo iba al colegio aquí al lado, los padres agustinos nos contaban que cuando los romanos llegaron, una ardilla podía cruzar la península saltando de árbol en árbol. Hace un par de años escribí que lo haría saltando de grúa de obra en grúa de obra. Hoy creo que saltaría de corrupto en corrupto.  Y eso es posible porque tenemos un pueblo acomodaticio y, porque no decirlo, algo lento de respuesta. Y es que ya lo decía el Eclesiastés: el número de tontos es infinito. Creo que lo dice porque en las lenguas semíticas no existía el término "imbécil". 

Si, no vamos a engañarnos. Las mismas personas que lloraron cuando Franco murió, sintieron la pérdida del llamado “viejo profesor”, Tierno Galván, como si fuera su propio abuelito. Que siempre han votado a la contra, y nunca a favor. Para que no salgan “los otros”. Ese voto incómodo que a mí siempre me ha recordado aquella historia de Tono del hombre que no había sido nunca feliz y se compró unas botas estrechas para ser feliz al quitárselas. Y sus hijos, insisten y votan hoy al PP o al PSOE sin querer darse cuenta de que no son cara y cruz, sino la misma cara de la misma moneda.

Y Carlos es la cruz. Es uno de los pocos con los que comparto mi cansancio: ya no queremos ser modernos. Ahora queremos ser eternos.

No es que participe. Carlos se involucra. Parece lo mismo, pero no lo es. Permitidme que os cuente un pequeño cuento con el que ilustro la diferencia a mis alumnos. 

Un granjero se jubila. Como siempre se ha portado muy bien con los animales, los ha mantenido limpios, sanos, con buena comida, lugar agradable y descansos, los animales tienen una reunión y deciden darle una especie de pensión de jubilación.

La vaca dice: doy la leche; la gallina: doy los huevos. El caballo dice que habría que añadir bacon. Todos miran al cerdo, y éste se hace el sueco. Al final, dice: “Yo dije que participaba en la idea, no que me involucrara”

Si, Carlos se involucra. Y ha sufrido por ello, motivo más para que me enorgullezca presentarlo, y presentarlo como amigo. Suena repetitivo, pero es sabido que hay veces en que las palabras se repiten, pero lo único que suena igual, es el eco.

Aquí tienen su obra, que da un repaso a pasado, presente y futuro. A España y su entorno. A nuestra Fe. A nosotros mismos. A nuestra esencia. De esa gavilla de artículos magníficamente editados por Nueva República, no voy a destacar ninguno porque me sería imposible. Todos y cada uno merecen una lectura pausada y una reflexión. Y aun más: necesitan ser voceados por las calles.

No veo una mejor forma de despedirme y al tiempo dar paso a Carlos, que es quien de verdad os ha convocado aquí, que recitar una estrofa de una vieja canción de juventudes.

Para vencer, hay que luchar

Para luchar, hay que valer

Para valer, hay que servir

Hasta la emplazada final...

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